Aquí les dejo lo último que escribí, ya había escrito algo similar antes, y van a pensar que tengo una obsesión con los cuentos infantiles, y las historias de hadas, y pues... maybe, pero no pienso gastar 4 años asistiendo a sesiones de psicoanálisis para descubrirlo, con las introspecciones que se dan una vez al año es suficiente^^... hablando serio, fue para una tarea de la uni, pero no me molestó hacerlo, creo que así no tenía que quedar, pero bueno... salió algo largo, así que lo dejaré por partes, así que estén atentos a la secuencia...se aceptan criticas constructivas, y destructivas, ya saben: "En la guerra, el Amor y la crítica, todo se vale"...nuevo lema...que lindo me salió, no?
Primera Parte: La Boda...
Ariel me dio las instrucciones exactas para llegar donde la hechicera que me vendería la esfera de cristal. Conocía bien el Bosque Encantado, no me gustaba que fuera allá, dicen que es guarida de personajes siniestros; pero ella insistía en que no era un árbol y así pasaba horas caminando descalza por la zona.
Una vez allí se encontró a una anciana que cargaba una canasta llena de manzanas, bastante fea la señora, sólo tenía un diente que se sobreponía en su boca, casi del mismo color oscuro de la verruga de su nariz, estaba vestida hasta los pies con una túnica negra, y que bueno que se cubría, así se le notaba menos la joroba y nos hacía menos daño a al vista. Como no llevaba dinero le cambió el espejo por una manzana, sí, una sola, a pesar de que tenía la cesta llena. Quedé estupefacto con su gesto de nobleza y me enamoré aún más.
Me sentí mal por haber dudado un poco de la gentileza de su alma, dejándome llevar por los chismes que inventaban los envidiosos, desde allí decidí no desconfiar nunca de ella, dijeran lo que dijeran. Aún se habla mucho de ella, sus hazañas son la gran novedad en los lodosos remolinos del estanco, pero son sólo rumores, cómo será que inventan, que dicen que se hace llamar la bruja escarlata por sus cabellos rojizos, sé que el rojo es su color preferido, pero ella es rubia.
Su padre me la dio en matrimonio, pero ni ella ni yo queríamos un matrimonio arreglado, yo sí quería que fuera con ella, la amo desde el primer momento en que la vi, lo di todo por ella, hice cada cosa que me pidió por extraño que sonase, pensé que así me ganaría su amor y viviríamos felices para siempre. Cada día se levantaba con un capricho diferente y el de esa vez fue uno no tan descabellado en realidad, se le metió en la cabeza que no se podía casa sin una esfera de oro macizo. Y tenía toda la razón, en parte fue mi culpa por no habérsela comprado antes, y es que es sabido por todos que es un instrumento indispensable para la supervivencia de cualquier princesa, al igual que un espejo parlante. Ese fue mi primer obsequio, lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
En cuanto supe su deseo, encargué una docena, pero como las traían desde China, tardarían tres días en llegar y ella la quería ya. Fui rápido, tanto que ni siquiera me notó, la Princesa creyó que se le había resbalado. En uno de mis mejores saltos le quité de las manos la esfera con la que jugaba y la llevé al fondo del pantano. Ariel ya no la quiso, porque estaba enlodada, me acusó de ladrón y tenía razón. Ella me dio la idea, y me indicó dónde se encontraba la Princesa, pero no es que posea una mente perversa, no, su mente es como el hada de la fuente más pura. Fui yo, que enceguecido por mi pasión realicé el hurto.
Ahora lo que se le antojaba era una esfera de cristal y que yo tuviese dos piernas largas, de no ser así preferiría casarse con el basilisco que tenía como mascota, pedía poco. Me dijo que me convirtiera en humano o renunciara a amarla. Es que es muy sabia, siempre piensa hasta en el último detalle. Como ahora tenía dos piernas ya no podría nadar junto a mí, seguro eso le preocupaba muchísimo, ya me la imagino todas las noches, agobiada, pensando que no quería separarse de mí, que quería acompañarme en todo momento; así que si yo quería estar con ella debía tener dos piernas para poder caminar a su lado.
Cuando fui a buscar la bola, la hechicera me dio una pócima y me dijo que si lograba que una bella princesa me diera un beso antes de la media noche me convertiría en humano; obviamente fui corriendo a buscar los labios de mi amada Ariel, pero se rehusó por completo, me dijo que buscara otra forma, que por quién la tomaba, que ella no era de esas y todavía no estábamos casados, y si no había boda, no había nada, ni cogida de mano. Escuchar eso me tranquilizó, ahora entendía por qué nunca me tomaba de la mano, no sé cómo no se me ocurrió antes. Y es que estaba en todo su derecho, sin la bendición no se podía, ella es toda una dama, tan buena, tan correcta, tan llena de principios. Me sentí mal, no podía levantar la cara de la vergüenza, no sé cómo pude proponerle algo así.
Con tal que me fui a demandar a la hechicera por querer hacerme ensuciar el buen nombre de mi amada, de haberse tratado de un hombre, le hubiera retado a duelo como todo un caballero. Pero en esas me crucé con la Princesa Flor de Loto, que lloraba desconsolada por su esfera de oro, ¿qué más podía hacer yo que devolvérsela?, jamás me imaginé que fuera a agradecerme besándome, nuevamente fue mi culpa, no debí haber aceptado el beso, pude saltar de inmediato. Me imagino que el dolor que sintió Ariel fue más grande que el que sentí mientras me transformaba en humano, y sépase que es el dolor más grande que he sentido en mi vida. Estoy seguro que la pobre quedó destrozada, pero recordé mi pasada conversación con ella y no podía dejar a la princesa sin honra, así que me casé con ella.
...continuará...