Querer...

(II Parte)Me imaginé sentada sobre mi cama, era una imagen del pasado cuando mis ojos aún brillaban y sonreía con verdaderas ganas. Sé que no te molesta. Recuerdas, aquella habitación amplía y algo fría, yo estaba en una esquina fingiendo no estar distante, entonces te acercaste, me miraste fijamente y me dijiste: Me encanta cuando asientas y sonríes con tanta convicción que nadie nota que hace treinta minutos estas en otro mundo. Me puse ligeramente pálida. No te conocía, sonreíste al verme sorprendida y mientras decías que con esa actitud jamás hubieras pensado que algo me inmutara. Te respondí de mala gana, no recuerdo qué, todos queremos olvidar lo peor de nosotros mismos, sin embargo recordamos hasta el último detalle de los agravios de otro. Aunque sé que lo que te dije no fue tan malo, probablemente tu tampoco lo recuerdes, lo tomaste sólo "como una de esas frases que salen de tu no de tus dulces labios".

No pensé que volvería verte y te encontré esperándome en mi cuarto. No te había visto, así que me asomé por la ventana y junto con la brisa volaron mis silenciosas lágrimas. Estaba tan deprimida y sólo tu lo sabias. Me sorprendiste por la espalda, tenías una foto mía en la mano, de cuando tenia 7 años, acercaste tus labios a mi oído, estabas más cerca de lo normal en dos desconocidos, pero sabías que yo quería tenerte cerca, así que no vacilaste y suavemente me susurraste algo que no entendí, pero no te pregunté qué, rápidamente me sequé las lágrimas, me volteé y amablemente sonreí.
-Cuando sonríes haces salir el sol- Me dijiste.
- yo no caigo con eso- Te respondí.
-¿no me crees?, mira detrás de ti.
Volví a sonreír, esa vez con más ganas, el sol brillaba como nunca a través de la ventana.
¿Qué tengo que hacer para verte sonreír así? -Decías mientras mirabas la foto, la misma que miro ahora y me hace pensar tantas cosas, se me vienen tantas imágenes a las mente. Recuerdo tus palabras, tu voz tan grave, tus labios. Te acercaste y me besaste, se me movió todo por dentro y a la vez me dejaste completamente quieta, como si te hubieras llevado todo mi aliento con ese primer beso y me lo hubieras regresado inmediatamente con el segundo. Baje la mirada y me abrazaste tan fuerte y tan profundo. Todo cambió a partir de ese día, como si hubieras dejado algo tuyo, más allá que el sabor y la textura de tus labios, más que tu aroma sobre mi piel, habías apartado un lugar en mi pecho.